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lunes, 31 de mayo de 2010

domingo, 30 de mayo de 2010

domingo, 23 de mayo de 2010

jueves, 20 de mayo de 2010

sábado, 15 de mayo de 2010

Cuando la realidad supera a Kreiman


Star Wars, omnipresente biblia de los frikis

Biotecnología

sábado, 8 de mayo de 2010

lunes, 3 de mayo de 2010

Cortazoides

Kohinoor Efimerai, de Mariana Radicic

Discúlpame si me equivoco cariño, no es sólo un tonto intento de escapar de ti, no es comerme la ultima migaja de pan: es todo aquello que no entiendes, porque cuando ves el cielo no ves que detrás de la luz hay oscuridad, que todo fin tiene principio , que eres tan frugal como aquella mariposa que está posada sobre la cerca o mejor dicho que estaba posada allí, pues ha salido volando ahora hacia la muerte. No pongas esa cara, dulzura, que tú y yo corremos en sendos túneles hacia ella. ¿No ves que me has hecho –no sin ninguna razón- correr en círculos?... ¡a veces eres tan cruel, azúcar morena! De todos modos, ya no exclamas victoria como antes : ahora eres taza, pura taza ya que mientras giro y giro y giro y giro nada menos que como soquete en lavarropas tu empiezas a darte cuenta, lentamente y con horror de que las vueltas que dará la tierra son contadas para ti… ¡No llores, cielo, no es para tanto! Aquel libro grande y encuadernado en piel de carnero dice que vivirás por siempre. Deberías entender, después de aquella cuenta telefónica que hizo que tengas que vender el maletín de cuero que tanto amabas, que dos más dos no siempre son cuatro, y que… ¡Basta, cesa ya de gritar, despertarás al niño sin ojos! En fin, a veces crees ingenuamente que tú y yo somos cuatro. A veces crees –y caes en ese momento en la trampa del hurón- que los poemas solo pueden ser rimados y que la prosa es algo con menos sentido que aquella tarjeta de crédito que tienes en la mano. Creíste todo este tiempo que tú y yo éramos blanco, uno más puro que la luz que hace que respiremos tan tortuosamente. Deberías entender a esta altura que nosotros no somos blanco; somos, vida mía, del color mas impuro que se puede ser, estamos hechos del color de la efimerísima mortalidad.

Kohinoor Efimerai, de Mariana Radisic (Reinterpretado por Kreiman)

Discúlpame si me equivoco cariño, no es sólo un tonto intento de escapar de ti (Aca le está diciendo que lo deja), no es comerme la ultima migaja de pan: es todo aquello que no entiendes, porque cuando ves el cielo no ves que detrás de la luz hay oscuridad (sos un plomo pibe, y no lo entendés), que todo fin tiene principio (no es la primera vez que me tenés harta), que eres tan frugal como aquella mariposa que está posada sobre la cerca o mejor dicho que estaba posada allí, pues ha salido volando ahora hacia la muerte (sos un perejil). No pongas esa cara, dulzura, (No te pongas sensible) que tú y yo corremos en sendos túneles hacia ella (Los dos sabíamos que esto iba a pasar). ¿No ves que me has hecho –no sin ninguna razón- correr en círculos? (Sos un vueltero, pibe)... ¡a veces eres tan cruel, azúcar morena! (Me tenés harta…¿azucar morena?) De todos modos, ya no exclamas victoria como antes (a ver si ahora te seguís haciendo el vivo): ahora eres taza, pura taza (andate para tu casa/a cagar) ya que mientras giro y giro y giro y giro nada menos que como soquete en lavarropas (Sos más vueltero que un lavarropas, flaco) tu empiezas a darte cuenta, lentamente y con horror de que las vueltas que dará la tierra son contadas para ti (Si flaco, te estoy cortando)… ¡No llores, cielo, no es para tanto! (¡Maricón!) Aquel libro grande y encuadernado en piel de carnero (La Biblia) dice que vivirás por siempre (Hay muchos peces en el mar). Deberías entender, después de aquella cuenta telefónica que hizo que tengas que vender el maletín de cuero que tanto amabas (me estuviste hablando 8 horas, che, para de chamuyar), que dos más dos no siempre son cuatro (No todo es racional o tiene una explicación), y que… ¡Basta, cesa ya de gritar, despertarás al niño sin ojos! (...Ni idea...) En fin, a veces crees ingenuamente que tú y yo somos cuatro (Vos creías que era un amor correspondido). A veces crees –y caes en ese momento en la trampa del hurón (te ilusionás)- que los poemas solo pueden ser rimados (que el amor debe ser correspondido…) y que la prosa es algo con menos sentido que aquella tarjeta de crédito que tienes en la mano (…o sino es tan vano como el capitalismo). Creíste todo este tiempo que tú y yo éramos blanco (me pintaste de santita), uno más puro que la luz que hace que respiremos tan tortuosamente (me tenés muy arriba). Deberías entender a esta altura que nosotros no somos blanco; somos, vida mía, del color mas impuro que se puede ser (No te quiero tanto), estamos hechos del color de la efimerísima mortalidad (soy alta trola).


(Mis disculpas correspondientes a Mariana Radisic. Por favor no me hagas juicio)

Mucho mejor que este blog